Altos Mirandinos - 19 de julio 2023

El evento que reúne a productores y consumidores de café del país ha llegado a su fin y nos ha dejado un gran vacío. Un vacío que pronto íbamos a llenar con un nuevo, ambicioso y emocionante proyecto. Estaba decidido. Íbamos a escalar montañas con el escarabajo del abuelo de Juan. En cuanto terminó el EICEV, llevamos el carro al mecánico. Allí pasamos un buen rato. Lo que se suponía que iba a ser una revisión de frenos se convirtió en una revisión completa para ponerlo en regla. Es lo que nos hacía falta para salir confiados y seguros hacia las fincas. Teníamos la ruta trazada. La realidad pronto nos alcanzaría. Los imprevistos, el mal tiempo, todo eso. Pero en ese momento, estábamos felices de estar preparando este viaje, con el corazón lleno de emoción.

capítulo 16 :

Inicio del tour cafetalero

Finca La Peñita

Con el carro al pelo, las compras hechas y nuestras pertenencias en el bolso, podíamos arrancar para lo que iba a ser nuestro tour cafetalero. Por fin había llegado el momento que Juan y yo estábamos esperando. Ese momento se hizo esperar, pero estábamos aún más emocionados ahora que había gente conocida esperándonos en nuestro destino. Francisco, Ligia, Roney, Marcelino, Juan Cruz... Íbamos a volver a verlos en sus fincas. Primera parada, la finca de Reinaldo y José. A cuarenta minutos de la casa de Juan está la finca La Peñita. Vamos por la autopista. Una salida algo abrupta. Una subida empinada. El escarabajo ya estaba montado en la ruta hacia la montaña. La carretera está bien mantenida. Íbamos muy poco a poco. Seguimos subiendo. Subiendo. Bueno, no tanto en realidad. Caracas ya está a 900 m sobre el nivel del mar. La finca está entre 1260 y 1380 m sobre el nivel del mar. En cualquier momento aparecería la finca. Una fisura nos obliga a hacer una valiente maniobra. Cruzamos el hueco de la carretera por el extremo izquierdo. uf. Pasó de broma. Un poco más allá, La Peñita. Reinaldo y José nos esperaban en la entrada y ya se veían los cafetos. Nos pusimos las botas de montaña y emprendimos la caminata. Hace buen tiempo y el camino cuesta arriba.

Bucare, guamo, cítricos, banano.

Estamos en Los Altos Mirandinos. Entre los cafetos, árboles. Abunda la naturaleza. La luz de la mañanita es magnífica. Tengo la cámara en la mano y Juan ya está tomando notas en su cuaderno. A Reinaldo y José les gusta que su café crezca bajo los árboles. Para ellos, el café absorbe los aromas. Así que los árboles enriquecen el perfil sensorial de su café. El sabor del limonero y del banano se siente en la taza. En cuanto a la sombra, también saben que es beneficioso que la cereza del café madure lentamente, conservando los azúcares del fruto hasta que esté listo para ser cosechado. De cuatro a cinco meses de espera contra los dos o tres meses cuando se cultiva a pleno sol. Pero los aromas en la taza recompensan este tiempo extra de espera. Los cafetos también tienen una vida más larga. Pueden ser productivos durante al menos quince años.

La finca La Peñita tiene seis hectáreas y El Laurel, la finca experimental de la Universidad Central de Venezuela, de la que son responsables, cuenta con seis hectáreas más. Tienen cuarenta mil matas de café y producen cien quintales. Eso es lo que produjeron el año pasado. Este año esperan duplicar la producción, con veinte mil nuevas matas que empiezan a dar frutos. La cosecha promete.

El terreno está dividido en lotes. Siete lotes diferentes, donde cultivan las variedades Castillo, Inia 01, Mundo Nuevo, Catuaí y Bourbon. La cosecha se realiza a mano. Durante los tres o cuatro meses que dura la faena del café, treinta y cuatro personas recogen el café. Rama por rama, cereza por cereza. Este año necesitarán cincuenta a sesenta personas. En su mayoría mujeres. Las cerezas se convierten en granos de café lavados.

Un cielo azul. Realmente azul. Las hojas de los bananos están ennegrecidas por el sol. Otras hojas nuevas crecen y visten el cielo de verde brillante. Hay amarillo, azul y verde. Todo es muy nítido. Brillante. Me pierdo un poco con mi cámara. Me encuentro con Reinaldo y José cerca de la Cueva Del León. Hay un ecosistema que nos envuelve al llegar a la finca. Sorprende tener la sensación de estar aislado de todo a sólo cuarenta minutos de Caracas. Pero este denso bosque bien podría ser el hogar de un gran felino. José y Reinaldo me aseguran que nunca han visto uno. Conocen su finca como la palma de su mano. Viven allí con su familia.

El paseo entre los cafetos podría haber sido más largo, pero teníamos que tomar la carretera para Boconó. Nos invitaron a tomar café. No quisimos rechazar la oportunidad de tomar su café en su compañía. Nos dirigimos al centro de operaciones de la finca. Aquí almacenan el café, que previamente ha sido despulpado, lavado y secado. Conocemos a Pantera. El obrero de la finca que les ayuda en todo el proceso. Nos enseña orgulloso la máquina que él mismo construyó para clasificar los granos de café por tamaño. Subimos a la planta superior y conocemos a tres mujeres que clasifican el café a mano. Montañas de granos verdes yacen sobre las mesas de trabajo y las mujeres identifican los cafés con defectos para separarlos del resto. Es un trabajo meticuloso, pero saben hacerlo bien. Hay que tener buen ojo para llevar a cabo esta tarea repetitiva.

José nos prepara un café en v60, mientras Reinaldo nos da a probar granos de café tostados envueltos en chocolate. Se trata de un producto que están empezando a desarrollar para la venta. De hecho, ya comercializan su propia marca de café tostado. Es una gama para consumidores que buscan café de calidad producido localmente! Producido y tostado en la finca. El café es almibarado y dulce.

Reinaldo y José son conscientes de que cada vez más productores buscan aumentar sus rendimientos, y de que nuevos productores se tornan hacia el café. Es un recurso que interesa a mucha gente y que representa una esperanza para poder mejorar su calidad de vida. Pero el consumo local no permite que haya espacio suficiente en el mercado para cada uno de ellos. Quisieran que el comercio del café se abriera internacionalmente, para que los países consumidores que no son productores, puedan aprovechar el café venezolano. Es la única manera de que el café no se pierda. También trabajan con otros productores del estado Trujillo, que estábamos justamente por visitar. Muchos productores de allí quieren vender su café en la capital. Reynaldo y José les ayudan a transportar su café y a encontrar clientes.

Proponer el café de Reinaldo y José es proponer un café producido por manos hábiles que se preocupan por la transmisión de conocimientos entre los caficultores. Ambos dominan los métodos más eficaces para cultivar su café, al tiempo que escuchan y preservan su ecosistema. Su conexión con la capital y los consumidores les permite ver e invertir en ampliar su producción manteniendo la calidad del café La Peñita. Salimos de la finca con un montón de conocimientos, de gratitud y, como extra, un pocotón de café que generosamente nos dieron para darlo a probar a nuestro regreso a Francia. Esta vez teníamos que agarrar carretera en serio. Nos quedaba un largo camino por recorrer antes de llegar a nuestro destino.

Saliendo pa Boconó!!!!!!!!

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