Todo el tiempo adicional que pasabamos en Biscucuy era una gratificación para nosotros. Una oportunidad que se nos presentaba en bandeja de plata para conocer a personas brillantes, llenas de conocimientos y abiertas a hacernos ver su realidad. Esta mañana íbamos a visitar dos fincas, dos modelos, dos formas de ver las cosas. También teníamos previsto retomar carretera. Esta vez la siguiente parada sería Boconó. Esteban ya nos estaba esperando fuera del hotel en su Toyota. Nos decía que su Toyota era más sólida, que subía mejor por las carreteras de montaña.

capítulo 17 - parte II

No había mucho tiempo que perder. Pero nos gusta comer tanto como nos gusta el café. Por la mañana tempranito, teníamos ganas de algo típico. Sin dar mucha vuelta, fuimos a un sitio de empanadas. Sin embargo, eran completamente diferentes de las empanadas que conocemos de Caracas. En Biscucuy, la forma de hacerlas es muy diferente. Por lo cual, fue un gran descubrimiento y un bonito recuerdo haber probado este tipo de desayuno que era nuevo para mí. Siempre recordaré los paisajes de Biscucuy. Es realmente un bosque tropical. Árboles altos y densos, quizás centenarios pueblan las montañas y hay una cantidad loca de bananos y palmeras que hacen que todo sea muy tropical. Es un paisaje que realmente me impactó. Y pudimos apreciarlo de camino a la finca de Chiche. Sabíamos que nos estaba esperando allá arriba aunque no contestara al teléfono. No hay cobertura en su finca, pero no nos preocupábamos por eso. Llegamos bastante rápido; la finca no está muy lejos del pueblo. Esteban silba fuertemente para llamar a Chiche. Chiche responde. Seguimos el sonido. Un Toyota azul cargado de cafetos en medio de la carretera. Entonces aparece Chiche, acompañado de su equipo. Hoy, eran dos hombres a los que presentó como sus pollitos. Cargaron la camioneta y se adentraron entre los cafetos. Estábamos rodeados de árboles. Algunos grandes, otros muy jóvenes. El proyecto consistía en plantar nuevos cafetos en la finca. Y nosotros contábamos con ayudarles a realizar este trabajo. Chiche nos presentó su finca. Es una finca con ocho hectáreas de tierra cultivable. Esta tierra había visto varias cosechas antes de que Chiche se hiciera cargo de ella. Estas ocho hectáreas formaban parte de las 28 que pertenecían a un diputado que dividió sus tierras en varios lotes, dejando uno a cada uno de sus hijos. Tras comprar el terreno, hace nueve años, Chiche apreció de inmediato la abundancia de esos árboles.

Si por necesidad tiene que talar un árbol, tendría que plantar cien mas en el mismo año en su finca. Bajo los árboles, Chiche comparte sus conocimientos con nosotros. En su plantación tiene Castillo, Inia 01 y Catucai y produce ciento cincuenta quintales por cosecha. Está muy orgulloso de poder vender un café que considera como ejemplar en su red de distribución. Perfecto para sus compradores. Estamos hablando de los mayores tostadores comerciales de café del país. El secreto de Chiche está en su galpón. Alberga la maquinaria necesaria para llevar el café de la cereza al pergamino de forma superrápida. Son métodos muy diferentes a los que hemos visto antes. Pero también es una realidad que hay que ver. Sobre todo, hay que conocer a los productores que utilizan estos métodos. Conocerlos, hablar con ellos. Chiche también conoce el café de especialidad. Hablan de ello entre colegas. Ya lo está analizando.

Cedro, Bucare, Guamo, Nuez.


Justamente. Estábamos a punto de terminar nuestra visita a Biscucuy con unos productores ejemplares en cuanto a prácticas agrícolas. El café producido a que Los Luises ya es muy conocido gracias a René Orellana, que lo sirve en su cafetería de Caracas. Participaron en el EICEV y obtuvieron una muy buena puntuación. Su café es tan especial como virtuoso. Cuando llegamos a la Hacienda Los Luises en compañía de Esteban y Chiche, sentimos que habíamos llegado a un enfoque diferente del café. Aquí, la familia produce café de generación en generación. Luis Gerardo, la quinta generación, produce su café siguiendo los pasos de su padre Luis, quien aún dirige la finca y transmite lo aprendido a sus hijos, de 6 y 9 años, ambos llamados Luis. Entramos en la finca a través de una sala utilizada para el tueste. Nos sirven un café de su producción. Un café criollo. Hablamos de estacionalidad, de métodos de producción, del conocimiento del terroir y del potencial sensorial del café. El café cambia de un año a otro y Los Luises abrazan las diferencias que los cambios de entorno pueden aportar a la taza. Los tratamientos aplicados al café después de la cosecha, las modulaciones, sean fermentaciones o no, uniformizan el sabor del café. No está mal para la consistencia de una cosecha a otra, siempre que el café sea bueno en su base inicial. Y hoy en día, estos perfiles son muy apreciados. Tanto, que los productores están cada vez más motivados para invertir en equipos que les permitan probar suerte con la fermentación y todo eso. Entre tendencia y enfoque de identidad real, es complicado hacer generalizaciones. Hay tantos tipos de café como productores. Sólo hay una influencia del ecosistema en el desarrollo de las cerezas. Y es un aspecto muy valorado por los productores que nos reciben. Conocemos a la madre y a la esposa de Luis Gerardo. Todos juntos, nos indican el camino entre los cafetos hasta el invernadero donde están instaladas las camas africanas. Aún están vacías. La cosecha comienza en octubre. Mientras escribo estas palabras, sé que Los Luises está en plena cosecha. Las cerezas son preciosas. Cuando no se va la luz, me envían fotos o grabaciones y me encanta poder saber cómo es su vida durante la cosecha.

Guanabana, Frambuesa, Aguacate.

En las diez hectáreas de plantación producen distintas variedades, como Monte Claro, Catuai, Sarchimor, Colombia y Caturra. Es sobre todo con la variedad Costa Rica que hoy obtiene su café de especialidad. Un café que este año ha obtenido una puntuación de 84,55. Luis Tomás explica las diferentes etapas del crecimiento de una planta de café. El café es como un fósforo. Luego viene la etapa de la chapola. Crecen las primeras hojas. Luego se deja crecer el cafeto durante unos meses antes de plantarlo. Fue muy instructivo para nosotros y sobre todo para Esteban y Chiche, que estuvieron muy atentos. Al final, es una gran familia unida por el café. No tienen el mismo apellido, pero enfrentan los mismos problemas todos los días. Agradecimos poder estar ahí y nos fuimos con muy buenos recuerdos. Esta vez, ahora sí... 

Saliendo pa Boconó!!!!!!

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capítulo 17 - parte I